Llamados, escogidos, fieles

El estudio de la biografía del apóstol Pedro nos ha llevado a dos cartas escritas hacia el final de su extraordinaria vida. En el número anterior examinamos el primer capítulo de su primera epístola (consulte Los Apóstoles, Parte 13). En el capítulo 2, Pedro se extiende en el tema de la responsabilidad interpersonal que ha introducido y llega a la conclusión de que una persona guiada por el Espíritu de Dios hará a un lado las tendencias normales del ser humano a engañar y hacer el mal (1 Pedro 2:1–3). Esto fue escrito por un hombre muy diferente al retratado en el Evangelio de Marcos, cuando en una ocasión, mientras Jesús hablaba de su inminente muerte, «Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Marcos 8:32–33). Jesús vio a Satanás detrás de la respuesta de Pedro. Gracias a Dios, el apóstol había llegado a entender muchas cosas desde aquellos días, incluyendo la profundidad de la obra del archienemigo al engañar a los humanos.

ELECCIÓN DE DIOS

Pedro también había reconocido que Jesús es la piedra viva para la casa que Dios está construyendo a partir de seres humanos especialmente llamados y escogidos (1 Pedro 2:4–5). Esta verdad de que Dios no llama a todos en esta vida fue algo que Pedro expresó el día de Pentecostés, luego de la venida del Espíritu Santo. Habló a la asamblea reunida diciendo: «Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llamare» (Hechos 2:39, énfasis añadido). Las personas no pueden acudir con Dios a menos que Él las llame. Es por ello que Pedro continúa en su carta a la Iglesia: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9).

El extraordinario cambio de corazón que había sucedido en los llamados es la base de la petición de Pedro de que continuaran llevando una vida muy diferente esperando la venida anticipada de Cristo, de manera que otras personas reconozcan sus buenas obras y den el crédito a Dios (versículos 11–12).

«Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación».

1 Pedro 2:12, Nueva Versión Internacional

Esta forma de expresión es un indicio de la familiaridad de Pedro con las enseñanzas de Jesús. Encontramos un pensamiento similar en el Evangelio de Mateo, donde se señala que Jesús dijo: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16).

En realidad, Pedro no había cesado de hablar acerca de la identidad de Jesús desde que él mismo comenzó a darse cuenta con quién estaba tratando. Jesús les había preguntado a los discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo» (Marcos 8:27–29).

La apreciación del hecho de que Dios había enviado a su Hijo a mostrar el camino para dejar atrás el pecado y el dilema de la fragilidad moral del ser humano llevó a Pedro a escribir una larga sección en su primera epístola acerca de un problema común y una falla también común. El problema común son los malos tratos de los seres humanos que nos rodean, mientras que la falla común es la indisposición a hacer la voluntad de Dios en tales circunstancias. Pedro cita varias situaciones en las que lo correcto es simplemente someterse y dejar pasar el tiempo como una demostración de fe en que Dios resolverá todo a Su tiempo.

LECCIONES SOBRE SUMISIÓN

El primer ejemplo de Pedro habla de la necesaria sujeción de todos a las autoridades humanas. En el contexto del siglo primero, escribió: «Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey» (1 Pedro 2:13–17).

Por supuesto, este consejo es contrario al camino del mundo. La lealtad al poder supremo cuyas formas no son las nuestras demanda un enfoque diferente. Pedro había demostrado cómo sí es posible lograrlo poco después de que él y los demás discípulos recibieron al Espíritu Santo el día de Pentecostés. Los líderes religiosos judíos habían tratado de evitar que enseñaran de Jesús y, en respuesta, Pedro y los demás apóstoles expresaron la convicción de que «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:28–29).

En su carta, Pedro se dirige después a los criados (esclavos, en tiempos romanos). ¿Qué debía hacer un esclavo que era seguidor de Jesús bajo la difícil circunstancia de servir a un amo inconverso? Hoy podríamos sustituir la palabra «criado» o «esclavo» por empleado y preguntarnos cómo un converso debería relacionarse con un jefe inconverso. Pedro nos instruye así: «Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar» (1 Pedro 2:18).

La idea de continuar trabajando para alguien que es «difícil de soportar» no coincide con el mundo actual, aunque Pedro no está diciendo que no haya circunstancias en las que un criado debiera intentar dejar tal empleo; lo que está diciendo es que los seguidores de Jesús tratarán de hacer todo lo que esté a su alcance para servir bien, a pesar de la oposición del patrón. Después de todo, Jesús sufrió grandemente por hacer lo correcto, y Él es el principal ejemplo de un seguidor (versículo 21).

Pedro cita el sufrimiento físico de Cristo como el máximo ejemplo de lo que se podría soportar para demostrar el compromiso de hacer las cosas de la manera correcta. En cierta forma, los seguidores de Jesús han sido llamados a soportar el sufrimiento, en caso de así requerirlo para seguir el camino de Dios. Algunos quizá se pregunten qué tanto deben soportar; es claro que existen límites, pero primero habrá generalmente un periodo de resistencia mientras esperamos la intervención de Dios.

ESPOSAS Y ESPOSOS

La tercera área del estudio de Pedro es el papel de la esposa cuyo esposo no es un seguidor de Jesús. En un pasaje que pareciera extrañamente arcaico para el siglo XXI, escribió: «Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos» (1 Pedro 3:1). En esta larga sección acerca de la sumisión, Pedro en realidad está tratando con las relaciones sociales en el mundo antiguo: individuos y gobierno, criados y amos, y ahora esposos y esposas. Él enseña que una esposa debe sujetarse a su esposo en su papel de líder de la familia. No se trata de una sujeción a hombres autocráticos y abusivos, sino de una sumisión con el objetivo de lograr la harmonía familiar.

De hecho, es posible que la conducta correcta de una esposa devota pueda convencer a su esposo de que es beneficioso seguir el camino de Dios. La instrucción de Pedro para esas mujeres también incluye formas apropiadas de vestirse y arreglarse (versículos 3–4). No conformarse al mundo que les rodea significa no seguir toda moda pasajera, pero al mismo tiempo no parecer desadaptadas sociales; tiene que ver con un enfoque equilibrado y moderado. Pedro también hace énfasis en que las mujeres den prioridad al cuidado de su yo interior por encima de la belleza exterior, y que desarrollen «el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible» (versículo 4).

En su instrucción a los esposos que son creyentes, Pedro se dirige a ellos con la palabra igualmente. La palabra se pasa por alto fácilmente, pero Pedro quiere decir «de la misma manera que las esposas» en lo que se refiere a la sumisión. Los esposos tienen que vivir con sus esposas teniendo en cuenta ciertos puntos: ¿Cómo funciona una mujer? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Cómo difieren esas necesidades de las del hombre? Si desea ser un esposo eficaz, debe salir de su zona de comodidad, sujetarse a las necesidades de su esposa y reconocer que existe una forma igualmente válida de ver las situaciones que pudieran ser ajenas a un hombre: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo» (versículo 7).

RESPETO MUTUO

El quinto ejemplo de Pedro incluye otra vez a todos, pero en esta ocasión no en el contexto de la sujeción al gobierno, sino unos a otros: «Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables» (versículo 8). Él recuerda a su audiencia que la venganza, o el devolver mal con mal, no es el camino de Dios. Es mejor bendecir que vilipendiar, evitar el engaño y buscar la paz con los demás; de esa manera se garantiza la disposición de Dios para voltear sus ojos a nosotros y escucharnos (versículos 9–12).

De nueva cuenta, éste es un Pedro muy diferente al que tiempo atrás preguntó qué obtendría por su devoción a la causa de Jesús: «Nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?» (Mateo 19:27); y también se diferencia del joven Pedro, quien se involucró en un acalorado debate acerca de quién entre los discípulos sería el mayor (Marcos 9:33–34).

Pedro había aprendido que existe una manera sumisa de enfrentar las muchas circunstancias de la vida, una que es inofensiva y que sólo produce buenos resultados, incluso cuando sufrimos por hacer lo que es correcto (1 Pedro 3:13–14). Nuevamente hace eco de las enseñanzas de Jesús, a quien había escuchado decir: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5:10).

En su epístola continúa con el recordatorio de que los seguidores de Jesús no deben temer a la oposición y enseña que siempre deben estar «preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal» (1 Pedro 3: 15–17).

Los verdaderos seguidores de Jesús deben estar preparados para luchar pacientemente en ocasiones. Ello podría significar no seguir con el mundo que los rodea ni rendirse a las presiones de conformarse. Los lectores de Pedro ya habían experimentado antes una forma diferente de vida, «andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías». Ahora que ya no participaban en ellas, sus antiguos amigos quedaban sorprendidos y luego se molestaban (1 Pedro 4:3–4).

No obstante, el pueblo de Dios debe comportarse de manera distinta a quienes les rodean, en especial a la luz de su tiempo en la historia: «El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración» (versículo 7). Esto no significa que siempre será fácil vivir como un seguidor de Jesús. Pedro advierte que deberán anticiparse a los tiempos de prueba de su fe: «No os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese» (versículo 12). Si padecen cualquier clase de sufrimiento como seguidores de Cristo, deberán más bien regocijarse de compartir los propios sufrimientos de Cristo y entonces serán bendecidos como corresponde (versículos 13–19).

PEDRO EL PASTOR

Enseguida vuelve a salir a colación lo que Jesús le dijo a Pedro en uno de sus últimos encuentros: «Pastorea mis ovejas» (Juan 21), lo que significa, en efecto, «cuida de mis seguidores». En la parte final de su carta, Pedro explica cómo se debe lograr esto a través de ministerios verdaderamente bondadosos: «Cuidando de [la grey], no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria» (1 Pedro 5:2–4).

«Asimismo, vosotros los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS, PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES».

1 Pedro 5:5, Biblia de las Américas

Regresando a los fundamentos de humildad y sujeción mutua como las claves para vivir correctamente a los ojos de Dios, dice lo siguiente a quienes están al cuidado del ministerio: «Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (versículos 5–7).

Recordemos que Pedro es la misma persona que en ocasiones cayó en las trampas de Satanás, pero ahora ha llegado a comprender la importancia de resistírsele. Sabemos que Jesús reprendió a Pedro por permitir que Satanás influyera en su pensamiento: «¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mateo 16:23), pero también le había advertido que Satanás trabajaba activamente en su contra: «Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo» (Lucas 22:31).

Ahora, cerca del final de su vida, Pedro podía decir: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe… » (1 Pedro 5:8–9).

«Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe… ».

1 Pedro 5:8–9, Nueva Versión Internacional

Pedro había logrado un gran progreso en su propio viaje espiritual. El sufrimiento por seguir el camino de Cristo y la sumisión a la voluntad de Dios, así como la fe en el resultado positivo obtenido al final de una vida guiada por la mano de Dios, quedan reconocidos en este maravilloso fruto de una mente madura: «Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén» (versículos 10–11).

La próximo ocasión tendremos la conclusión del viaje de vida de Pedro.