Agua en Vino

¿Dónde pasó Jesús su juventud y la primera parte de su vida adulta? En realidad se trata de conjeturas inteligentes, pues ninguno de los autores de los Evangelios menciona nada de Jesús entre sus 12 y sus 30 años.

Como observamos al término de la Parte Uno de esta serie, José, un joven carpintero, llevó a su esposa, María, y a su joven hijo a Egipto para escapar del complot homicida del celoso Herodes. Nada se sabe de su refugio en Egipto, ni el lugar ni el periodo preciso de tiempo, excepto que regresaron de Egipto a Nazaret después de la muerte de Herodes.

Durante sus años siguientes en Galilea, al parecer Jesús creció en estatura y sabiduría, así como en gracia para con Dios y el hombre. Lucas nos dice que se desarrolló bien bajo el cuidado de sus padres.

El único relato registrado de su niñez fue un suceso inusual ocurrido en Jerusalén. Se trata de su famosa interacción con los doctores de la ley en los atrios del templo, como se relata en Lucas 2:41-47. En la época de Pascua, cuando tenía 12 años de edad, Jesús se separó de sus padres. Sin que lo supieran María y José, mantuvo embelesados por tres días a su erudita audiencia con preguntas de gran profundidad y entendimiento.

Naturalmente, sus padres expresaron su ansiedad y preocupación por su hijo ausente y sin duda cierta irritación ante su aparente desinterés hacia ellos; sin embargo, ése fue un momento decisivo en el que María reflexionaría más tarde. Cuando sus padres por fin lo encontraron, Jesús les respondió con las preguntas «¿Por qué me buscabais?» y «¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (versículo 49).

De hecho, José y María no lo sabían; lo que es más, no lo entendían. Ellos simplemente estaban agradecidos por encontrar a su precioso y único hijo.

CONSTRUYENDO LAS BASES

Lucas registra en el versículo 51 que Jesús retornó a Nazaret de Jerusalén y fue obediente con sus padres. Esa relación sin duda le permitió a Jesús aprender de José el oficio de carpintero.

Su trabajo de carpintero debió haber llevado a José por los alrededores de Nazaret. Un descubrimiento cercano al hogar de la niñez de Jesús nos permite especular de manera razonable acerca de la juventud de Jesús y de lo que pudo haber conocido como aprendiz de carpintero.

Aunque los relatos del Evangelio no mencionan a Séforis, las excavaciones arqueológicas indican que era una ciudad importante ubicada a unos 6.5 km (4 millas) al norte de Nazaret y que fungía como la capital provincial de Galilea durante los tiempos de Jesús. En este caso, lo que los Evangelios no mencionan forma la base de una opinión informada. Sabemos que Jesús creció con un carpintero por padre, que fue obediente a los deseos de sus padres y que Nazaret era su hogar familiar. También sabemos que luego de la muerte de Herodes el Grande, su reino se dividió entre sus tres hijos, Arquelao, Antipas y Felipe.

Herodes Antipas gobernaba Galilea y comenzó un extenso programa de reconstrucción en la ciudad de entrada de Séforis. La construcción continuó durante la juventud de Jesús en Nazaret, por lo que es posible que José y Jesús trabajaran en el proyecto. Los carpinteros de aquellos días también eran canteros, y la escala y grandeza de Séforis habría mantenido ocupados a los artesanos locales durante años.

Herodes Antipas había sido educado por su hermano Arquelao en Roma. Sus experiencias inmediatamente anteriores a su retorno a Palestina fueron totalmente dentro del contexto del Imperio Romano. Entonces, no es de sorprender que Séforis fuera una ciudad construida al estilo arquitectónico romano, con un anfiteatro, baños, edificios gubernamentales, etc.

Si Jesús en verdad experimentó la vida urbana de Séforis, habría adquirido lecciones importantes acerca del comercio y los negocios, así como de la política y el gobierno humano.

Si Jesús en verdad experimentó la vida urbana de Séforis, habría adquirido lecciones importantes acerca del comercio y los negocios, así como de la política y el gobierno humano. Algo que a menudo se pasa por alto al explicar los Evangelios es la atmósfera política de tiempos de Cristo.

Y también se pasa por alto el entorno político del ministerio de Juan el Bautista.

UN MENSAJE INUSUAL

Juan el Bautista fue casi tan controversial como el mismo Jesús. Al proporcionar el contexto histórico y geográfico, el autor del Evangelio de Lucas señala: «En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lucas 3:1-2).

El resultado fue que Juan el Bautista comenzó a predicar que el arrepentimiento de los pecados ante Dios era fundamental y que el bautismo por inmersión en el Río Jordán comenzaría el proceso de renovación.

Era un mensaje inusual en aquella época, pues el bautismo no era un ritual común. Ciertamente, los profetas de la antigüedad habían hablado del arrepentimiento y el perdón de los pecados, y el pueblo judío estaba familiarizado con los baños rituales de purificación, pero el lavado de los pecados era algo nuevo.

La vida de Juan el Bautista tenía muchas similitudes con la de Jesús. Ambos eran parientes, pues sus madres estaban emparentadas.

Tanto la madre de Juan, Elisabet, como María habían concebido milagrosamente con una diferencia de pocos meses entre sí. Elisabet sabía que su embarazo era una señal de la intervención divina tan sobresaliente como el de María. Elisabet no había podido tener hijos sino hasta la edad adulta. Cuando María y Elisabet se reunieron en los primeros días del embarazo de María, el hijo de Elisabet comenzó a moverse súbitamente en su vientre, algo que Elisabet tomó como una señal significativa.

LA CONEXIÓN DEL QUMRÁN

Es probable que los padres de Juan, debido a que eran ancianos, fallecieran antes de que alcanzara la edad adulta. También es posible que, como huérfano, fuera criado en una comunidad religiosa del desierto.

Tal comunidad pudo haber existido en el bien conocido Qumrán, cerca del Mar Muerto. Los habitantes eran posiblemente esenios, una secta recluida y estricta de los judíos. Si vivieron en los desolados alrededores junto al desierto de Judea, ciertamente llevaban una vida ascética. Los esenios esperaban un Mesías que los liberara políticamente: un rey guerrero. Entonces, creían que un Mesías sacerdotal vendría a Jerusalén y purificaría la adoración y los sacrificios del templo.

Juan el Bautista tenía poco en común con tales puntos de vista, pero, como hemos observado, sí practicaba el ritual del bautismo por inmersión. En las ruinas del Qumrán encontramos lo que parecen baños rituales o miqva'ot, donde es posible que se hayan realizado inmersiones como actos de purificación.

Al parecer los miembros de la comunidad del Qumrán pasaban mucho tiempo copiando las Escrituras Hebreas y escribiendo sus propios comentarios sobre ellas. Quizá eso explica por qué se han encontrado muchos tinteros allí, algo que no se descubre usualmente en grandes cantidades.

Por supuesto, las cuevas del área son más famosas por el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en 1947. En tres de las cuevas se encontraron fragmentos de un manuscrito conocido como el Documento de Damasco en El Cairo. Tales fragmentos hablan de una dieta que incluye langostas, algo que los Evangelios mencionan que Juan comía. Ello no necesariamente era algo inusual, debido a que los judíos consideraban que las langostas eran un buen alimento.

Otra indicación de la posible conexión de Juan el Bautista con el Qumrán es el hecho de que, al igual que Juan, la comunidad empleaba un versículo de Isaías para describir su propósito. El versículo dice, en parte: «Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová» (Isaías 40:3); sin embargo, debemos mencionar que Juan y la comunidad del Qumrán utilizaban el versículo para distintos fines. Si Juan en realidad tuvo algo que ver con la comunidad, pronto se alejó de ella una vez que comenzó su obra pública en el decimoquinto año de Tiberio César.

Los autores de los Evangelios emplearon a menudo las Escrituras Hebreas como evidencia que respaldara el tema en cuestión. Esto no nos debe sorprender: la única «Biblia» que conocían los evangelistas era lo que conocemos hoy como el Antiguo Testamento.

Los autores de los Evangelios emplearon a menudo las Escrituras Hebreas como evidencia que respaldara el tema en cuestión; por ejemplo, la misión de Juan el Bautista. Esto no nos debe sorprender: la única «Biblia» que conocían los evangelistas era lo que conocemos hoy como el Antiguo Testamento.

PRESCRIPCIÓN PARA LA ACTUALIDAD

Juan era un predicador apasionado; era de los que ordenaban las cosas sin temor al hombre. Cuando la gente de Judea y Jerusalén acudía al Río Jordán para escucharlos, Juan no se andaba con rodeos. Al identificar a ciertos líderes religiosos entre su audiencia, los describió públicamente como «generación de víboras». También les advirtió que vendría un castigo divino para quienes no se arrepintieran, que la complacencia es una trampa y que no basta con mostrar religiosidad. Lo que Dios quiere ver es un cambio de corazón.

A este respecto, la misión de Juan no era diferente a la de los profetas del Antiguo Testamento. Su prescripción de un cambio de comportamiento era la misma. Cuando se le pidió un consejo sobre cómo llevar una vida recta, Juan fue bastante específico al responder: «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo».

Los tan odiados recaudadores de impuestos también buscaron su consejo y a ellos les dijo: «No exijáis más de lo que os está ordenado».

Luego vinieron los soldados: «Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario» (Lucas 3:11-14).

Compartan sus bienes, no exijan más de lo que deben, no roben ni acusen falsamente y conténtense con su salario… todo eso suena como prescripciones para hoy.

Y, por supuesto, parecen serlo porque la expresión de Juan acerca de los valores correctos, basados en las Escrituras Hebreas, era eterna. Ése es un aspecto importante de las enseñanzas originales del Nuevo Testamento: su eternidad. Es algo que continuaremos observando a lo largo de esta serie.

MÁS PODEROSO QUE JUAN

La clase de discusión que tuvo Juan con quienes le escuchaban hizo que algunos se preguntaran si él era el esperado Mesías. ¿Podría ser el Cristo que habría de venir?

La respuesta de Juan a esa pregunta fue empática y, al mismo tiempo, desconcertante: «—Yo los bautizo a ustedes con agua —les respondió Juan a todos—. Pero está por llegar uno más poderoso que yo, a quien ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Tiene el rastrillo en la mano para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se apagará» (Lucas 3:16-17, NVI).

Quienquiera que fuera de quien estuviera hablando aún no se había dado a conocer públicamente, pero pronto Jesús vino a Galilea para ser bautizado. La reacción de Juan a la solicitud de Jesús fue: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?».

Jesús le respondió que era necesario completar la ceremonia para que su propia historia de vida reflejara el curso a seguir por todos los seres humanos, es decir, que todos en algún momento debemos aceptar o rechazar la purificación ante Dios. Si Jesús había de servir como un ejemplo vivo para todos, entonces no podía excluir su parte de experiencia humana.

No se sabe con certeza cuál fue el lugar donde Juan bautizó a Jesús, pero los cuatro Evangelios sí explican lo sucedido. Cuando Jesús entró a las aguas del Jordán, lo que pareció ser una paloma descendió sobre Él (era un símbolo del Espíritu Santo) y se escuchó una voz diciendo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22; Juan 1:32).

Luego de esta ceremonia sencilla, pero profunda, Jesús comenzó su ministerio a la edad de 30 años.

LA TRAMPA DEL TENTADOR

El desafío inmediato de Jesús tuvo que ver con el uso de sus considerables poderes para sus propios fines. Inmediatamente después de su bautismo fue llevado al desierto para encontrarse con un oponente del mundo espiritual: después de haber ayunado por 40 días, Jesús se encontró con Satanás, el diablo.

Mateo describe así la primera línea de ataque del diablo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan» (Mateo 4:3).

Sin duda, la necesidad de alimento era intensa. El conocimiento de su propio poder para transformar milagrosamente las circunstancias también estaba presente en Jesús. ¿Era ésa una oportunidad para emplear ese poder para su beneficio personal? La respuesta de Jesús fue simple: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

El tentador luego hizo dos llamados más al poder de Jesús. ¿Por qué no te lanzas desde el pináculo de los muros del templo? Seguramente Dios te salvará; después de todo, podrías demostrar quién eres al dar lo que podría ser un salto suicida, pues las Escrituras te prometen que contarás con protección: «A sus ángeles mandará acerca de ti, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra», citó el tentador.

Mas Jesús sabía que probar de esa forma la protección de Dios sería algo deliberado e incorrecto. ¿Su respuesta? «No tentarás al Señor tu Dios».

El diablo llevó a Cristo a una montaña alta para que contemplara los reinos del mundo, «y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares».

Por último, el diablo llevó a Cristo a una montaña alta para que contemplara los reinos del mundo, «y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares». Su oferta era seductora en el sentido de que Jesús sabía que su destino era ser el máximo gobernante del mundo, pero sólo bajo los términos de su Padre, no como esclavo de Satanás. Su respuesta fue definitiva: «Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás».

Este relato de la tentación va seguido en el Evangelio de Juan por más detalles acerca del papel de Juan el Bautista. Los líderes religiosos estaban obviamente perplejos por su ministerio y deseaban saber quién era en realidad. Los fariseos, por haber sufrido sus ataques verbales, enviaron a algunas de sus contrapartes religiosas (los saduceos) de Jerusalén para hablar con Juan. «¿Eres tú el Cristo?» le preguntaron. «No», respondió Juan, «ni tampoco soy Elías o el Profeta del que se predijo en las Escrituras. Soy simplemente el mensajero que viene antes del Señor» (Juan 1:19-28, parafraseado).

Al día siguiente, Juan identificó a Jesús como el Cordero de Dios, aquél de quien se profetizó que habría de venir como un sacrificio expiatorio por la humanidad. Y el día siguiente, Juan repitió la frase «Cordero de Dios» a dos de sus discípulos; fue entonces que se convirtieron en seguidores de Jesús.

EL PRIMER MILAGRO

En ese punto Jesús regresó a su región natal de Galilea y su ministerio público comenzó a emerger junto al de Juan. En cuestión de días, Jesús se había ganado la lealtad de nuevos discípulos: Andrés y Simón Pedro, Felipe y Natanael.

De acuerdo con el Evangelio de Juan, fue entonces cuando ocurrió el primer milagro público de Jesús. En Caná de Galilea, Jesús, su madre y sus discípulos fueron invitados a una boda.

Durante la fiesta, se agostó el vino y María se lo mencionó a su hijo. La reacción de Jesús sugiere que ella sabía que Él podría proveer más vino, pero que prefería no hacerlo para evitar demasiada notoriedad. «Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora» (Juan 2:4).

Sin embargo, su madre les dijo a los sirvientes que ayudaran a Jesús en lo que fuera que Él les pidiera. Se llenaron seis tinajas con agua, que después se convirtió milagrosamente en vino (de 450 a 680 litros (120-180 galones) en total). Y no se equivoquen: era vino. El término griego del Nuevo Testamento empleado aquí es oinos, que significa «jugo de uva fermentado».

No se equivoquen: era vino. El término griego del Nuevo Testamento empleado aquí es oinos, que significa «jugo de uva fermentado».

El criado principal de la fiesta nupcial estaba gratamente sorprendido y le dijo al novio: «Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora». El milagro tuvo el efecto de confirmar a sus discípulos que Jesús era quien pensaban que era.

Desde Caná, en la altiplanicie de Galilea, Jesús y su familia y discípulos descendieron a Capernaum al extremo norte del Mar de Galilea, donde finalmente establecería su hogar.

Después de pasar algunos días allí, llegó el tiempo de la Pascua y Jesús viajó a Jerusalén.

¿DESTRUIR EL TEMPLO?

Cuando Jesús llegó al área del templo encontró a mercaderes y cambistas comerciando en los atrios exteriores. Los cambistas tendían a estafar en sus canjes de monedas extranjeras. Los visitantes judíos llegaban a Jerusalén de todo el mundo conocido y traían consigo su propia moneda. Ellos también tenían que pagar tributo al templo, lo que requería un cierto tipo de moneda de la antigua ciudad de Tiro. Aquí los cambistas podían engañar fácilmente a sus clientes. Sin duda también se llevaba a cabo cierta fijación de precios cuando se compraban los animales para los sacrificios obligatorios de los mercaderes. La ley de la oferta y la demanda induce a la avaricia cuando la moralidad está ausente.

Toda esta corrupción motivó la feroz condenación de Jesús mientras echaba a los comerciantes del área del templo: «¿Cómo se atreven a convertir la casa de mi Padre en un mercado?», les dijo (Juan 2:16, NVI). Fue una acción sin precedentes que causó que los líderes religiosos le pidieran a Jesús una señal de quién era y por qué autoridad decía tales cosas.

La respuesta de Jesús fue enigmática: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Para los líderes judíos eso sonó como una afirmación absurda y arrogante. ¿Cómo podría Él reconstruir en tres días algo que les había tomado años construir y completar?

Por supuesto, Jesús no hablaba del templo en sí, sino de su propio cuerpo físico que, una vez muerto, resucitaría. Sus discípulos recordaron esta inusual declaración después de su muerte.

ENSEÑANDO AL MAESTRO

La fiesta de la Pascua en Jerusalén también le brindó a Jesús la oportunidad de sostener una importante reunión privada con una figura religiosa clave. La popularidad de Jesús iba en aumento, pues sus declaraciones públicas y obras milagrosas atraían cada vez más la atención. Un prominente líder de la comunidad religiosa se acercó a Jesús bajo la cobertura de la oscuridad. Su nombre era Nicodemo, quien reconoció que los fariseos sabían que Jesús era un maestro enviado por Dios debido a los milagros que estaba realizando. Jesús aprovechó la oportunidad para explicarle a este líder algunas verdades que debía conocer, pero que ignoraba.

Le dijo al hombre que el reino de Dios es algo que se percibe espiritualmente y que el nacimiento espiritual a ese reino es el destino de los humanos que llegaban a tener una mente guiada por el Espíritu.

Es significativo observar que un líder religioso podía ignorar tanto como los escépticos e inconversos. Esto habla de la importancia fundamental de una mente que esté verdaderamente abierta a la Palabra de Dios. Jesús le preguntó a Nicodemo: «¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?» (Juan 3:10).

Jesús continuó explicando que la fe en su venida era esencial para entrar al reino de Dios. Dios Padre había dado a su Hijo como un sacrificio por toda la humanidad. La gente que no deseaba caminar bajo la luz no vendría al Hijo. La luz de la verdad expone las malas intenciones y los actos de maldad.

Ése era exactamente el tipo de comportamiento contra el que luchaba Juan el Bautista. Juan aún se encontraba trabajando y bautizando en el valle del Jordán. Entonces se dio una disputa entre algunos de sus discípulos y los judíos acerca de la purificación, y acerca del papel de Jesús en el bautizo de las personas. Juan adoptó la posición de que su propio rol debía disminuir conforme la obra de Cristo se expandía.

Fue un humilde reconocimiento de que su parte estaba casi hecha. Poco después Juan sería encarcelado como un prisionero político de Herodes. Juan había sido directo al criticar a Herodes por su matrimonio con la esposa de su hermano; la relación abiertamente adúltera era bien conocida… e iba en contra de la ley de Dios. Como resultado, Juan fue finalmente enviado a prisión por Herodes.

Ésa fue una señal para que Jesús regresara a Galilea y comenzara en serio su propio ministerio. En nuestro próximo artículo de Visión continuaremos avanzando por el camino con Jesús en el área donde creció.