David Ben-Gurión: Por el amor de Sión

«Apenas puedo recordar la época en que la idea de construir lo que solíamos llamar “Eretz Israel”, o la Tierra de Israel, no era el factor que guiaba mi vida».

David Ben-Gurión

En 2008 la nación de Israel celebra su LX aniversario como un Estado moderno. David Ben-Gurión, el hombre que se convirtió en su primer primer ministro, fue fundamental para el nacimiento de la nación en 1948 y todavía es importante para la política actual en Israel y Medio Oriente.

Ben-Gurión nació bajo el nombre de David Green (o Gruen/Gryn) en 1886 en Plonsk, ciudad de la Polonia rusa, y fue el cuarto hijo de Avigdor y Sheindel Green. Su padre era abogado, un destacado miembro de la comunidad judía y el fundador de una escuela de hebreo moderno. El joven Ben-Gurión fue iniciado en el hebreo por su abuelo al cumplir su tercer año de vida.

Avigdor Green fue uno de los primeros miembros de una sociedad llamada Hibbat Sion (Amor de Sión). Sus frecuentes reuniones con los miembros locales significaban que «la Tierra de Israel» era un tema de conversación constante en el hogar de la familia Green. Ben-Gurión registró más tarde en sus memorias: «no exagero cuando digo que a los tres años ya soñaba despierto con viajar a Palestina, y no cabe duda de que desde los diez años nunca pensé en pasar mi vida en ningún otro lugar».

En algún momento de sus primeros años de vida tuvo contacto con el político sionista Theodor Herzl, quien realizaba una visita a Plonsk. Bienvenido en ese momento por muchos judíos como un mesías, Herzl causó una fuerte impresión en Ben-Gurión: «Un solo vistazo y estaba listo para seguirlo en ese momento y lugar hacia la tierra de mis ancestros».

La madre de Ben-Gurión murió cuando él tenía 11 años. Como es de imaginar, el pequeño sufrió mucho con la pérdida y comentó después que la vida parecía no tener sentido en ese momento y que estaba obsesionado con sentimientos acerca de la fragilidad humana; sin embargo, después de algunos años, hubo una mejora: «Cuando tenía 14 años, salí repentinamente de ese túnel para entregarme en cuerpo y alma al movimiento sionista». Así, él y dos de sus amigos fundaron un grupo de jóvenes sionistas para enseñar hebreo moderno. Lo llamaron la sociedad «Ezra» [Esdras], por «el gran maestro que regresó a Jerusalén desde Babilonia para reconstruir el Templo». Ben-Gurión explicó: «Nos parecía que había una marcada similitud entre la misión y el tiempo de Esdras y nuestras renacidas esperanzas para Palestina».

El biógrafo Shabtai Teveth realizó una observación acerca de la centralidad de los primeros años de Ben-Gurión y su mentalidad posterior: «Para Ben-Gurión las primeras cosas fueron también las últimas, y lo que llenó sus primeros años de vida formó parte de su mundo para siempre. La base para el trabajo de su vida fue su imponente personalidad…: torrentes de ternura y amor, confianza en su singularidad y la visión de un sueño acerca del renacimiento de Israel, todo combinado en una mezcla milagrosamente adaptaba a su misión».

LA IDENTIFICACIÓN CON LA TIERRA

En 1906 el joven sionista emigró a Palestina, aceptó trabajó de peón durante los siguientes cuatro años y en febrero de 1909 «visitó Jerusalén por primera vez, en donde mirar el Muro Occidental le provocó tal agitación emocional que se quedó en la ciudad durante una semana», escribió Teveth. Ben-Gurión solía ocultar sus emociones porque consideraba que expresarlas abiertamente denotaba debilidad; y, sin embargo, a la luz de esa tendencia suya, el impacto emocional del Muro Occidental es significativo. El mismo Ben-Gurión afirmaba cuando era joven que no era religioso, incluso que era ateo. Aun en sus años posteriores no demostró gran simpatía por los elementos del judaísmo tradicional, a pesar de que muchas veces citaba la Biblia en sus discursos y escritos —más que cualquier otro político judío de su época—. Aun así su primera visita al Muro Occidental le produjo tal efecto emocional que se vio obligado a quedarse por el resto de la semana. Al pedirle una explicación al respecto, Teveth respondió: «considérela [su primera visita al Muro] como un hijo que se reúne con su padre luego de una muy larga separación».

Al año siguiente Ben-Gurión se mudó a Jerusalén para trabajar con un amigo que publicaba una revista sionista. «Acepté un tanto renuente convertirme en periodista», recordó más tarde. «Quizás una de las razones que menos influenciaron mi decisión fue que el centro de la actividad sionista del país cambió de Jaffa a Jerusalén, como énfasis simbólico de nuestra afinidad con la ciudad que siempre había sido y se convertiría una vez más en nuestra capital».

Fue entonces cuando adoptó su nuevo apellido. Se convirtió en Ben-Gurión («hijo de un cachorro de león»), en honor de Joseph Ben-Gurión, un líder democrático de los judíos del siglo I, quien fue asesinado por zelotas debido a su moderación en el levantamiento en contra de los romanos en el año 66 d.C. El segundo nombre de David Ben-Gurión era Joseph; por lo tanto, su nuevo nombre era apropiado en más de una manera: como Joseph Ben-Gurión había sido un líder militar del siglo I en Jerusalén, David Joseph Ben-Gurión aspiraba a ser un líder militar en la ciudad del siglo XX.

Aparte de sus visitas a casa y de un tiempo que pasó en Estambul estudiando derecho, Ben-Gurión permaneció en Jerusalén hasta que fue deportado a Egipto en 1915 por las autoridades otomanas, que se aliaron con Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Mientras esperaba a ser deportado, se encontró con un árabe jerusalemita, Yahia, con quien había estudiado en Estambul. En su mente eran buenos amigos. Durante los años siguientes relató la historia de una de sus conversaciones, lo que aporta una idea importante de su opinión acerca de los árabes. En términos simples, definió la visión de vida de Ben-Gurión. Teveth registró que «al preguntarle qué hacía en prisión, Ben-Gurión le comentó a Yahia acerca de la orden de deportación. “Como tu amigo, lo siento”, respondió Yahia; “como árabe, me alegro”». De acuerdo con Teveth, «esta experiencia fue la base de toda su ideología política, el principio de que mientras los judíos fueran minoría en Palestina, debían continuar aliados al poder gobernante de la región para poder hacer frente a los árabes; esto era más importante para él que el diálogo y el entendimiento con los árabes».

COMPROMISO TEMPORAL

La posición de Ben-Gurión con respecto a los árabes palestinos se volvió más sólida con la Gran Revuelta Árabe de 1936. Llegó a creer más firmemente que la guerra era la única manera de alcanzar los objetivos del Yishuv o pobladores judíos. Los tratados de paz con las poblaciones árabes sólo eran un medio para lograr un fin. Debido que ambos pueblos querían Palestina, consideraba que sólo habría conflictos hasta que uno de los bandos ganara contundentemente.

Durante esa época Palestina era un protectorado británico establecido por la Sociedad de Naciones, pero un reporte de la Comisión Real Británica de 1937 recomendó dividir el territorio en un estado árabe y uno judío. A pesar de que, con el paso de los años, Ben-Gurión había perdido la fe en los británicos, su pragmatismo lo llevó a creer que una nación judía de cualquier tamaño podría convertirse en una base de poder para los objetivos sionistas. En una carta que le escribió a su hijo Amós, su manera de pensar era clara: «Levantar una nación judía en seguida, aunque no sea en toda la tierra. El resto vendrá con el tiempo. Debe venir».

Sin embargo, para 1939 los británicos dieron marcha atrás a las recomendaciones de la Comisión Real y, como necesitaban el apoyo de los árabes durante la Segunda Guerra Mundial, propusieron que se estableciera únicamente un estado árabe en Palestina, en el que los judíos conformaran una minoría. Después de la guerra la opinión internacional se inclinó a favor de una patria judía, especialmente cuando se dio a conocer el horror del Holocausto; pero para ese entonces Ben-Gurión se había convencido de que, sin importar qué forma tomara la entidad judía, los judíos se encontraban solos como pueblo.

En abril de 1947 los británicos solicitaron la transferencia de las responsabilidades de su protectorado a las Naciones Unidas. Muy poco tiempo después de la aprobación de la resolución de la ONU en noviembre de 1947, los árabes palestinos atacaron a la comunidad judía. Las fuerzas judías se retiraron y durante los meses siguientes la fuerza paramilitar de autodefensa judía (Haganah), bajo las órdenes de Ben-Gurión, comenzó a expulsar a los palestinos de todos los poblados y a llevar a judíos para que ocuparan su lugar (vea «Triunfo y Tragedia en Medio Oriente»).

Basado en entrevistas con los líderes de la Haganah y con el mismo Ben-Gurión, el corresponsal extranjero Dan Kurzman escribió: «Todo el impacto de su obsesión de toda la vida con la Biblia lo golpeó con una fuerza devastadora cuando parecía que Jerusalén caería ante los árabes y tal vez se apartaría para siempre de la nación judía. Sin importar lo que sucediera con cualquier otra área judía, la Ciudad Santa tenía que salvarse. Era el alma del pueblo judío, la fuente de la luz que se proyectaría sobre las naciones. Había acordado que se internacionalizara como una concesión temporal, pero ¿una bandera árabe sobre Jerusalén? ¡Ni por un segundo!».

El 14 de mayo de 1948 Ben-Gurión proclamó el Estado de Israel y al día siguiente se desató un enfrentamiento entre los árabes y los judíos. Cuando las diferentes partes firmaron los armisticios a principios de 1949, Jerusalén era una ciudad dividida: el Oeste de Jerusalén estaba en manos de los israelíes y el Este y la Ciudad Vieja, bajo el control de Jordania.

«Declaramos que Israel nunca abandonará Jerusalén por voluntad propia, así como durante miles de años no hemos perdido la fe, nuestra identidad nacional ni nuestra esperanza de regresar a Jerusalén y Sión».

David Ben-Gurión, discurso en el Parlamento, diciembre de 1949

Sin embargo, el Primer Ministro Ben-Gurión había decidido que dicha división sería temporal. En un discurso ante el Parlamento (Knesset) en diciembre de 1949 se refirió a la ciudad como la «capital santa» de Israel y añadió: «La ciudad judía de Jerusalén nunca aceptará un gobierno extranjero, después de que miles de sus hijos e hijas han liberado por tercera ocasión a su patria histórica y han rescatado a Jerusalén de la destrucción y la ruina».

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Ben-Gurión se retiró de la política por dos cortos periodos, de diciembre de 1953 a febrero de 1955, y en junio de 1963. Fue reelegido para el Knesset en 1965 como presidente de un nuevo partido (Rafi) que formó con su protegido, Shimon Peres, y Moshe Dayan; pero sus días como líder habían terminado. El partido pronto se disolvió y se reincorporó al Mapai, dejando a Ben-Gurión como el único miembro del Rafi en el Parlamento.

Al día siguiente de que Israel tomara la Ciudad Vieja en junio de 1967, Ben-Gurión visitó el Muro Occidental acompañado por Peres. Observó un letrero en el Muro que decía «el camino de Al-Burak» en inglés y en árabe, mas no en hebreo. Era un recordatorio del legendario caballo del profeta Mahoma, Al-Burak, que se quedó atado junto al Muro mientras el profeta supuestamente emprendió su viaje hacia el cielo desde la famosa roca. Ben-Gurión miró el letrero con desaprobación y preguntó si alguien tenía un martillo. Un soldado trató de quitarlo con una bayoneta, pero a Ben-Gurión le preocupaba dañar el resto de la roca. Alguien sacó un hacha y se removió con cuidado el nombre del azulejo. El simbolismo de eliminar el árabe del sagrado sitio judío no se perdió en la multitud que los rodeaba, ni en Ben-Gurión. Aplaudieron y Ben-Gurión exclamó: «Éste es el mejor momento de mi vida desde que llegué a Israel».

Al día siguiente llegaría más lejos, recuerda el antiguo alcalde adjunto de Jerusalén, Meron Benvenisti, al proponer «la demolición de los muros de Jerusalén puesto que no son judíos». Ben-Gurión creía que esto señalaría la continuidad del control judío en las áreas dentro y fuera de los muros. Después sugirió la construcción de «miles de cabañas» en toda la ciudad tomada para crear «hechos» en el suelo.

En el Parlamento, a finales de julio, Ben-Gurión se refirió a la ciudad tomada como un apreciado tesoro y la redención añorada a través de los siglos: «No cabe duda de que el más importante y querido de todos los territorios, del cual hemos recuperado el control gracias al valor de las IDF [Fuerzas de Defensa Israelíes, por sus siglas en inglés] es la Ciudad Vieja de Jerusalén y sus alrededores, a la el mundo entero, y en especial el mundo judío, ha volteado su mirada». No obstante, agregó, «sólo hay una forma de asegurar por siempre la identidad judía e israelí de Jerusalén y sus alrededores… y no será la remoción de los no judíos de esta área, ni a uno solo; por el contrario, todo lo que se nos pide y se nos pedirá es mejorar las condiciones económicas y sociales de los habitantes actuales. Pero antes que nada debemos establecer, reconstruir y poblar el barrio judío en la Cuidad Vieja, que fue destruido por los árabes hace veinte años, y todas las áreas vacías y despobladas del Este, Norte y Sur de la ciudad, con miles y decenas de miles de familias judías de la Ciudad Nueva y de otras partes de Israel, así como con voluntarios judíos de la Diáspora.

«Sólo un hecho irrevocable de renovación y conclusión como tal», continuó, «dará lugar a la permanencia final e incuestionable al incomparable trabajo de nuestro glorioso ejército en la Guerra de los Seis Días y pondrá un alto al continuo debate que se lleva a cabo en la ONU desde el 29 de noviembre de 1947, acerca del carácter, la imagen y el régimen de Jerusalén, capital del Pueblo Eterno desde la época del Rey David y hasta el fin de los tiempos, si es que ese fin llega a existir».

«La paz es, en efecto, algo de vital importancia para nosotros. Es imposible construir un país en un estado de guerra permanente, pero, para nosotros, la paz es un medio. El fin es la realización total y completa del sionismo».

David Ben-Gurión, Carta al Director Ejecutivo de la Agencia Judía, 1936 (Citado por Avi Shlaim, The Iron Wall)

No hay duda de que esa ideología sionista formó el núcleo de la identidad de Ben-Gurión. Desde su juventud, la importancia de su establecimiento en ese territorio fue fundamental para sus puntos de vista, como lo ilustra el hecho de que en 1918, poco después de casarse, dejó a su esposa embarazada en Nueva York para regresar a Palestina. La causa sionista abrumó todo lo demás en su vida.

David Ben-Gurión se retiró por última vez en 1970 y falleció en 1973.