Cambio de aires

¿La humanidad es ahora una fuerza que altera al planeta?

Somos como dioses y bien podríamos hacernos expertos en serlo.

Stewart Brand, Whole Earth Catalog (1968)  

Traer a colación el tema del cambio climático o del calentamiento global en la sobremesa podría arruinar la cena. Y también se asegura que la calefacción global (global heating), como Paul Ehrlich prefiere llamarlo, arruinará el planeta.

Los escépticos cuestionan la capacidad del ser humano para producir cambios en la Tierra. Se preguntan si la construcción de ciudades, la destrucción de bosques y el aumento del contenido del dióxido de carbono en la atmósfera en verdad afectan la vida en la Tierra a nivel global. Ciertamente, estas acciones producen cambios, por lo menos estéticos… un punto con el cual hasta los escépticos están de acuerdo. Y también existe un claro impacto en otras especies conforme alteramos su hábitat natural al reemplazarlo con nuestras viviendas, granjas y redes de transporte. Sin embargo, insiste el escéptico, si la vida humana en la Tierra está en peligro, está más amenazada por un sol voluble e inconstante, por las escasas probabilidades de un encuentro con el próximo asteroide «asesino de dinosaurios», o incluso por las insensatas crueldades que inventamos y perpetramos contra nosotros mismos. 

No obstante, desde finales del siglo pasado cada vez más científicos concuerdan que contamos con la capacidad para afectar los sistemas terrestres. Por supuesto, el consenso podría ser erróneo. Tal como los más acérrimos escépticos del cambio climático se apresuran a argumentar, en la década de 1970 los climatólogos no discutían en torno al calentamiento, sino al enfriamiento global, y el posible retorno a una era de hielo. Este error influye mucho en lo que hoy se debate… entre quienes no son científicos; sin embargo, la comunidad científica duda cada vez menos que la actividad humana deja un impacto global tanto climática como geológicamente.

ESCÉPTICOS DESDE EL PRINCIPIO

Los seres humanos siempre han sido escépticos con respecto a su potencial para alterar el planeta. Cuando el antiguo autor del Génesis escribió que la humanidad tendría dominio sobre todo el planeta, varios observadores de aquellos días debieron mostrarse incrédulos o hasta divertidos. «¿Cómo es posible que el frágil hombre pueda doblegar a la naturaleza?», se habrán preguntado. Hoy, empero, un rápido repaso mental del mundo natural muestra que solamente nos falta conquistar la amenaza de los microbios. El resto de los seres vivos continúan prosperando o pereciendo por nuestra causa. Tenemos los medios para causar tales cambios que nos hemos convertido en alguna clase de fuerza geológica. Tan veloces y devastadoras como el impacto de un meteorito, o lentas y continuas como el desgaste y la erosión de la naturaleza (solamente que a una escala de tiempo muy acelerada), nuestras actividades prevalecen sobre las de otros seres vivientes. Desde el lecho marino hasta la capa más externa de la atmosférica, todo el planeta ha sido tocado por la actividad humana. Ya sea que el anuncio del Génesis fuera una profecía o una promesa, aparentemente se ha cumplido. 

Por supuesto, el agitado planeta aún se impone sobre nosotros debido a que —al contrario de lo que dice la famosa sugerencia de Stewart Brand— todavía no somos «como dioses». Es muy poco lo que podemos hacer respecto a los terremotos y tsunamis, volcanes y huracanes, así como algunos disturbios globales que realmente escapan de nuestras manos, por lo menos de manera directa.

PATRONES QUE CAMBIAN

Existe, empero, una preocupación cada vez mayor de que nuestro dominio del planeta esté alimentando a estos sistemas inertes, especialmente a los sistemas climáticos, de manera que impondrán cargas aún mayores en la creciente población humana y en la vida en general. Un cambio en el clima de la Tierra no es sólo una cuestión de calentamiento o enfriamiento general: los cambios más importantes ocurrirían en los patrones pluviales. «Es muy probable que hayamos cambiado los patrones de precipitación de todo el planeta», comentó Ehrlich para Visión, «y seguirán cambiando casi continuamente durante al menos los próximos 800 años. Algunos lugares estarán más secos que otros de una manera impredecible».

«Esto no es sólo como cambiar de mano en el juego de cartas para que, a manera de ejemplo, Rusia tenga suerte y su temperatura sea más cálida», continúa Ehrlich. «En todo el mundo tenemos una infraestructura basada fundamentalmente en los actuales patrones de precipitación o en los glaciares de hoy. Nuestro sistema agrícola depende por completo de las corrientes de agua y éstas cambiarán continuamente».

UNA NUEVA ÉPOCA

De manera informal en el año 2000 y luego formalmente en 2002, en un breve artículo en la revista Nature, Paul Crutzen acuñó el término antropoceno para describir nuestro mundo influenciado por la humanidad, una nueva era en la historia terrestre. Crutzen recibió el Premio Nóbel en Química en 1995 por su labor relacionada con el ozono en la estratósfera y el impacto que tienen los cloroufluorocarbonos (CFC) en su estabilidad. Los CFC se emplearon durante 50 años como refrigerantes, pero, de acuerdo con el trabajo de Crutzen y otros científicos que demostraron su capacidad para degradar el ozono, su uso quedó prohibido con el Protocolo de Montreal de 1990.

Algunos, desde luego, no creen en estos hallazgos (de la misma manera en que ven las predicciones del cambio climático y la lluvia ácida como manipulaciones políticas o industriales en lugar de descubrimientos científicos objetivos). El agujero en la capa de ozono continúa fluctuando en la actualidad, casi 20 años después de haberse prohibido el uso de CFC; esto, explican los investigadores de la atmósfera, es aún el resultado de los CFC que ingresaron al sistema mucho antes de la prohibición. 

La capa de ozono y las interacciones químicas dentro de la «ignorósfera» —como Crutzen la denominó en su discurso al recibir el premio Nóbel— son una pieza vital y poco apreciada para comprender cómo está protegida la Tierra de la radiación ultravioleta. Se cree que el origen de la capa de ozono fue el suceso clave en la historia geológica que permitió que la vida se mudara del mar a la tierra. Poder afectar su estructura, percatarse de las consecuencias y realizar cambios en nuestra industria química antes de provocar daños irreparables fue un golpe de suerte. «Al darme cuenta de que antes de 1974 nadie había pensado en las consecuencias atmosféricas de la liberación de Cl [Cloro] o Br [Bromo, un elemento aún más dañino para el ozono], sólo puedo concluir que la humanidad ha tenido muchísima suerte».

ANTROPOCENO 

El que Crutzen diera el nombre de antropoceno a nuestra época sugirió que, en lugar de confiar en nuestra suerte, deberíamos ser una especie más proactiva y pensar en nuestra contribución al mantenimiento o perturbación de los sistemas terrestres. En el boletín de mayo de 2000 del Programa Internacional Geósfera-Biósfera (IGBP, por sus siglas en inglés), Crutzen señaló las áreas más importantes del impacto humano: el aumento de la población que conlleva las presiones de un nuevo uso de la tierra, como la urbanización y la producción de alimentos; el uso de agua potable y su entubamiento y represión; la explotación de la productividad biótica del océano; y un aumento continuo de la liberación de químicos sintéticos y subproductos de la combustión.

Al analizar estos factores, escribió Crutzen, «nos pareció más que adecuado enfatizar el protagonismo de la humanidad en la geología y la ecología al proponer el uso del término antropoceno para la era geológica actual». Concluyó que «desarrollar una estrategia aceptada mundialmente que conllevara la sustentabilidad de los ecosistemas pese al impacto humano será una de las mayores tareas de la humanidad en el futuro, que requiere esfuerzos intensivos de investigación y la aplicación inteligente del conocimiento adquirido en la noósfera, mejor conocida como una sociedad de conocimiento o información».

En la actualidad, geólogos especializados denominados estratígrafos continúan debatiendo los méritos del nombre antropoceno. «Los estratígrafos son cautelosos por naturaleza, especialmente cuando se trata de modificar la Escala de Tiempo Geológico», comentó Jan A. Zalasiewicz para Visión. Zalasiewicz, geólogo de la Universidad de Leicester en el Reino Unido, es el autor principal de un artículo reciente publicado en la revista Geological Society of America Today que pregunta: «¿Vivimos en el antropoceno?». Según lo muestra su gráfica, la combinación del crecimiento poblacional y los cambios radicales que se llevan a cabo «bajo nuestra supervisión», por así decirlo, se han vuelto cada vez más evidentes.

LA BASE DEL PERIODO 

De acuerdo con Zalasiewicz y sus colegas, la erosión de la tierra y la producción de dióxido de carbono son resultados directos de la actividad humana, y los cambios en el nivel del mar y la temperatura mundial se modifican en relación con estos factores. ¿Serán tan importantes en el futuro como aparentan serlo en estos días? Los investigadores afirman que así será: «Hemos comenzado una etapa distintiva de la evolución de la Tierra que satisface los criterios de los geólogos por su reconocimiento como una unidad estratigráfica característica a la cual se ha denominado informalmente como antropoceno». Todo lo que ahora se necesita es marcar la base del periodo (golden spike): una fecha o evento acordado que marca la transición. 

La Escala de Tiempo Geológico no se debe interpretar de manera arbitraria. Nuestra era actual, la cenozoica, tuvo su origen hace 65 millones de años y es la del dominio de los mamíferos. La era anterior, la mesozoica, estuvo dominada por reptiles y dinosaurios. La base del periodo, o la señal estratigráfica que marcó el cambio de nombre, además del cambio de los propios fósiles, es la evidencia mineral de que un gran asteroide cayó en el planeta en ese momento: en las capas de sedimentos correspondientes a dicha era se encontró una capa de iridio (un elemento raro en la Tierra, pero común en los asteroides). 

Esa capa es la evidencia física de un suceso designado como la frontera entre los periodos cretácico (el último de la era mesozoica) y terciario (el primero de la cenozoica). 

«Los cambios globales a una escala suficiente como para dejar una huella distintiva en los estratos geológicos son, por lo general, el tipo de fenómenos que, de suceder hoy, ciertamente afectarían de manera importante a la sociedad humana», afirma Zalasiewicz. «Por lo tanto, los episodios pasados que han dejado marcas en el clima mundial, el nivel del mar y la biósfera (sucesos de extinción en masa, generalmente) a menudo coinciden con los límites entre intervalos de eras geológicas; de hecho, son las características que, en la práctica, vuelven distintivos y reconocibles a estos intervalos geológicos para los geólogos que los trabajan». En otras palabras, estas «perturbaciones» cambiaron significativamente la historia terrestre y, al hacerlo, sus efectos quedaron registrados en los estratos de esos días. Esas fronteras se indican precisamente para reflejar la importancia de estos cambios. 

Zalasiewicz subraya que «de igual manera, los cambios de importancia geológica que ocurren hoy también son cambios con la capacidad de afectar enormemente a la sociedad y —a grandes rasgos—, entre más grande sea la escala del cambio, mayor será su impacto social. Por lo tanto», concluye, «estas discusiones tienen trascendencia más allá del entorno académico».