¿Teoría o prestidigitación?

La física se enorgullece de ser la ciencia fundamental: un ancla de leyes matemáticas que describe el funcionamiento del mundo físico y que relaciona a un fenómeno con otro.

Por ejemplo, la ecuación de 1917 de Albert Einstein, E=mc2, es elegante en su simple declaración de la relación entre la energía y la masa a través de la constante «c», la velocidad de la luz. Debido a que la masa está relacionada con la gravedad, la teoría de la relatividad (la cual describe cómo funciona la gravedad a distancias cósmicas) está íntimamente ligada a esta ecuación. Si las nuevas observaciones y mediciones realizadas en los últimos 90 años hubieran requerido modificar la ecuación con regularidad al agregar nuevos factores y ajustes, discerniríamos con facilidad que la teoría aunada a ella estaba, en el mejor de los casos, incompleta.

El término «teoría7» en la ciencia se aplica solamente a las grandes ideas que parecen tener un poder de predicción. Las teorías atómica, nuclear, e incluso la de la evolución gozan de un gran prestigio debido a que cada una de ellas presenta una visión del mundo que es consistente con una amplia variedad de observaciones. Desafortunadamente, como lo afirma el astrofísico, J.V. Narlikar, «la teoría siempre se puede ajustar a los datos añadiendo un gran número de parámetros». Empero, practicar la ciencia de esta manera es como realizar el truco de magia del número secreto: un mago, tras pedir a un miembro del público que aplique cierta secuencia de operaciones matemáticas a un número secreto, sorprendentemente adivina el número oculto.

Respecto a la teoría del big bang, el astrónomo e investigador, Tom Van Flandern, la encuentra deficiente en varios frentes, pero lo que más le preocupa es su vigencia a lo largo de la invención de nuevos factores o parámetros matemáticos. A consideración de Flandern, éstos simplemente lijaron los taquetes de madera de las nuevas observaciones para que se ajustaran a los orificios redondos del modelo del big bang. Van Flandern argumenta que, como el mago que ha establecido una secuencia aritmética que invariablemente nos brinda la respuesta que buscamos, el defensor del big bang fuerza la observación para que se ajuste a la teoría mediante trucos de magia matemática.

«Los modelos del big bang ahora utilizan una variedad cada vez mayor de parámetros libres para mantener la consistencia con diversas limitaciones observacionales», escribió en su sitio en Internet MetaResearch. «En relación con las condiciones de origen y expansión por sí solas, ahora tenemos la constante de Hubble h (que es igual al índice de expansión), la constante cosmológica Λ (igual a la gravedad que resiste la presión), el parámetro de desaceleración cósmica q0 (igual a la desaceleración de la expansión), el parámetro de densidad Ω (igual a la proporción de la densidad real de la materia con respecto a la densidad necesaria para el universo plano), subdividida en la densidad de la materia ordinaria y aquélla para la materia oscura invisible; así como el parámetro de repulsión b (igual a la distribución de la materia). La materia oscura hipotética es, en sí misma, un factor fabricado necesario para llegar a un consenso en las observaciones que no están de acuerdo con las expectativas del big bang...».

«Si el campo de la astronomía no estuviera ensimismado en el paradigma del universo en expansión como lo está ahora, es claro que las observaciones modernas nos invitarían a adoptar un modelo estacionario del universo como la base de cualquier teoría cosmológica lógica».