Prepárese para lo inimaginable

A medida que los extremistas de todo tipo recurren cada vez más a actos de terror para intimidar a poblaciones enteras, ¿hay algo que como individuo pueda uno hacer para reducir el riesgo de hallarse en el lugar equivocado, en el momento equivocado?

Ciertamente, el terrorismo no es un fenómeno del siglo XXI, pero se ha intensificado en años recientes. Según la Global Terrorism Database (Base de datos sobre el terrorismo internacional), desde 1970 hasta 2015 se perpetraron 156.772 incidentes terroristas en el mundo. De más está decir que esa cantidad sigue aumentando. 

Como el flagelo continúa, el terrorismo se describe ahora como «la nueva normalidad». En el mundo de hoy, los ataques pueden suceder en cualquier parte, gracias en parte a la estrategia de «blancos fáciles» ampliamente usada por los terroristas: la elección de blancos que se encuentran relativamente desprotegidos y que por ende son altamente vulnerables.

Tras los calculados ataques en París, en noviembre de 2015, Jean-Charles Brisard, presidente del Centro Francés para el Análisis del Terrorismo, confesó: «Es mi profunda convicción que desafortunadamente necesitamos acostumbrarnos a vivir con esta nueva amenaza. Es permanente, es difusa y puede estallar en cualquier momento».

En las horas que siguieron al brutal ataque de junio de 2016 en Orlando, Florida, el director de la FBI James B. Comey describió el problema de identificar a quienes ya se hallan radicalizados, asemejándolo a «buscar agujas en un pajar de ámbito nacional»; los que puede que lleguen a radicalizarse —dijo— son como «trozos de paja que pudieran un día convertirse en agujas».

¿La cruda realidad? Es que hay muchos pajares similares en el mundo. Por ejemplo, se dice que la llamada fiche S de Francia (o «archivo S») —una lista de personas que las autoridades creen que han sido radicalizadas— consta de entre diez mil a once mil nombres. A decir verdad, nadie sabe dónde o cuántos terroristas hay, cuántos se están preparando para serlo, o dónde se desatará su violencia la próxima vez. No obstante, eso no significa que los demás estamos desvalidos.

Cuatro componentes clave

Entonces, ¿cómo se prepara uno para la inesperada violencia de un ataque terrorista? La habilidad de recabar y procesar información de manera precisa, con respecto a lo que sucede a nuestro alrededor, constituye el eje principal de una disciplina conocida como conciencia situacional, una capacidad adquirida de la que los agentes del orden, los militares, las empresas de seguridad privada y, cada vez más, los particulares hemos llegado a depender.

En pocas palabras, la conciencia situacional es una evaluación mental –un tipo de caja de herramientas para la acción, que permite observar conscientemente el entorno y determinar su normalidad o anormalidad, la posibilidad de que ocurra algún daño y las oportunidades de evitar ser blanco del mismo. Es otra manera de expresar un antiguo proverbio: «El avisado ve el mal y se esconde; mas los simples pasan y reciben el daño» (Proverbios 22:3). En nuestro mundo repleto de distracciones, entre los simples se encontrarán los muchos que no prestan atención a su entorno y sí a sus aparatos o pasatiempos preferidos, sin advertir el daño potencial hasta que resulta demasiado tarde. Hoy, más que nunca, la falta de atención tiene su precio.

«Por favor, no permitan que les causen un estado de ansiedad que los incapacite. Encuentren maneras de canalizar eso en una sana toma de conciencia de su entorno y vivan sus vidas».

Declaración de James B. Comey, director de la FBI (Agencia Federal de Investigación e Inteligencia), en la rueda de prensa sobre el tiroteo masivo en Orlando, el 13 de junio de 2016.

El trabajo de toda la vida del coronel de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. John R. Boyd (1927–1997) elevó a alturas completamente nuevas los complejos aspectos de la conciencia situacional en el contexto del combate en tiempos de guerra. Sus estrategias siguen siendo ampliamente utilizadas en el ámbito militar, el orden publico, y más recientemente en empresas.

Su, aunque mucho más compleja que como a menudo se la presenta, la llamada «OODA Loop» de Boyd se puede resumir en cuatro componentes clave que proporcionan una estructura útil también para cualquier persona.

  1. Observe: Identifique los cambios a su alrededor; note las situaciones que se van presentando y su posible impacto en el entorno inmediato.
  2. Oriéntese: Dados varios filtros personales (tradiciones culturales, herencia genética, experiencia previa, nueva información entrante, etc.), trate de entender lo que ha observado en relación con posibles amenazas. Por ejemplo, el acrónimo «DLR» (por sus siglas en inglés) es un instrumento útil que muchos usan, a menudo sin darse cuenta del valor de su significado (en inglés: «Doesn’t Look Right»: «No se ve bien»). ¿Hay algo «fuera de lugar»?
  3. Decida: Determine el mejor curso de acción basándose en la información que ha recabado y procesado. 
  4. Actúe: Tome medidas, mientras sigue observando y se orienta basándose en la información emergente. Puede que necesite alejarse de la zona o de la(s) persona(s) en cuestión; también pudiera alertar a las fuerzas del orden locales y explicarles sus inquietudes, proveyéndoles de tantos detalles como pueda. Este paso refleja el eslogan del Departamento de Seguridad Nacional de los EE.UU.: «Si ves algo, di algo».

Observe, oriéntese, decida, actúe. Dado que en última instancia se actúa según se evalúa, la situación cambia constantemente, requiriendo continuas observaciones, reorientaciones, decisiones y acciones; de ahí el ciclo (OODA Loop: Ciclo de OODA).

¿A caso están tan mal las cosas? El Foreign Policy Research Institute (Instituto de Investigación de Política Exterior) intenta responder a esta pregunta. En «Is the World Getting Safer—or Not?», los autores Frank Hoffman y Ryan Neuhard señalan lo siguiente: «Una era de violencia en declive que comenzara con el fin de la Guerra Fría ha terminado. Una nueva era ha llegado, con nuevas luchas por el poder, antiguos odios y nuevas tecnologías». Reconociendo «las consecuencias potencialmente graves que pueden emerger», ellos recomiendan aplicar «un prudente sentido de concienciación», a medida que nos conducimos por nuestro mundo cada vez más contencioso.

Entre las «fuerzas oscuras» que ellos identifican como conductores potenciales se encuentran las «tecnologías disruptivas» y las «organizaciones extremistas violentas», cuya combinación es particularmente problemática. «Nuestra era está repleta de fuentes de innovación potencialmente disruptivas que cambiarán el modo de luchar de las sociedades… A medida que los grupos extremistas adopten las tecnologías emergentes, el potencial para la disrupción y la violencia puede aumentar aún más».

La disrupción es el blanco de los terroristas. «La violencia política… el causar sobresaltos y terror están recrudeciendo; y lo han hecho por un tiempo». Las organizaciones terroristas «están llenando vacíos de seguridad y explotando la insatisfacción política». La competición «con facciones regionales y entre ellas por la atención de los medios de difusión, la financiación y los reclutas» explica el aumento de «la frecuencia y letalidad de su uso del terrorismo».

«La noción de un mundo estratégicamente benigno, de seguridad sin paralelo, desafortunadamente está aún distante y se difuminan cada vez más».

Frank G. Hoffman y Ryan Neuhard, Is the World Getting Safer—or Not?

Haciéndose eco de sus propias inquietudes acerca de nuestra «nueva normalidad», Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del World Economic Forum (Foro Mundial Económico), observa: «Estamos al borde de una revolución tecnológica que alterará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos entre nosotros. Por su magnitud, alcance y complejidad, la transformación será diferente a todo lo que la humanidad haya experimentado antes». Él se refiere a revolución digital que comenzó el siglo pasado, que «se caracteriza por una fusión de tecnologías que está difuminando las fronteras entre los ámbitos físico, digital y biológico» y «está evolucionando a un ritmo exponencial más bien que linear. Más aún, está alterando casi todas las industrias en todos los países».

En el espectro de oportunidades y problemas potenciales para empresas, gobiernos y la gente en general, él ve más innovación pero también una creciente desigualdad. («la mayor preocupación social asociada con la Cuarta Revolución») que conducirá al aumento de tensiones sociales; la marginalización constituye un factor conocido en el proceso de radicalizar a terroristas potenciales. Schwab se pregunta «si la inexorable integración de la tecnología en nuestras vidas podría disminuir algunas de nuestras capacidades humanas por excelencia, como por ejemplo, la compasión y la cooperación».

Él concluye con una evaluación —u orientación— que refleja por igual optimismo y precaución: «Nunca ha habido un tiempo de mayor promesa o uno de mayor peligro potencial».

Aunque vivimos en una era de progreso sin precedentes, la disrupción que afecta a tantas vidas hace de la aplicación de tácticas de conciencia situacional una necesidad. Cuando se trata de amenazas terroristas y seguridad personal, resulta crucial: el prudente se refugia; el imprudente sufre.

Tiempos peligrosos

Las inquietantes realidades de hoy deberían animarnos a echar una mirada retrospectiva y pasar revista a los tiempos en que vivimos. (Observar. Orientarnos). Es una época de disrupción y conflictos violentos, desde los más pequeños hasta los muy grandes, afectando de una manera u otra a casi todas las naciones del mundo. ¿Qué podemos o debemos hacer frente a tales realidades? (Decidir. Actuar.)

Si nos sentimos sorprendidos por la velocidad con la que nuestro mundo parece estar hundiéndose, no deberíamos estarlo. Desde una gran distancia, los profetas de la antigüedad predijeron tales tiempos de peligro. Jesucristo también, en respuesta a las penetrantes preguntas de sus discípulos, les explicó que —después de su muerte— las condiciones del mundo se deteriorarían a tal punto que, de no ser por una intervención sobrenatural, derivarían en la destrucción de todo lo que vive.

«Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo».

Mateo 24:21–22

Dada la inquebrantable confianza que tenemos en nuestras propias capacidades, esta es una píldora difícil de tragar. Aunque no faltan quienes afirman que el mundo no se está desmoronando, Jesús claramente dijo que las guerras y los rumores de guerra, y el levantamiento de naciones contra naciones y de reinos contra reinos serían solo el comienzo de las aflicciones que habrían de venir; y que estas vendrían acompañadas de otros problemas devastadores, contándose entre ellos: falta de alimentos yhambres, pestilencias y terremotos (Mateo 24:6–8).

Las páginas de la Biblia muestran eventos mundiales llegando al clímax en medio de una extraña mezcla de lujos lucrativos de todo tipo, a la vez que de equipos bélicos, pero también del mercadeo de «cuerpos y almas de hombres» (Apoc. 8:11-13): tráfico humano, incluso la esclavización en masa a un sistema económico insostenible. 

No tenemos que acercarnos a los tiempos difíciles venideros en ignorancia. Aunque el ciclo OODA de Boyd es útil, la Biblia ofrece sus propias instrucciones para que observemos, nos orientemos, decidamos y actuemos basados en la perspectiva de Dios.

  1. Observar: «Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre: Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste» (Lucas 17:26–30; véase también Mateo 24:3–12; 2 Timoteo 3:1–5).
  2. Orientarse: «De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación [de la cual Jesús está hablando] hasta que todo esto acontezca» (Mateo 24:32–34; véase también 2 Pedro 3:10–13).
  3. Decidir: «Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios» (1 Tesalonicenses 5:1–6).
  4. Actuar: «Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz» (2 Pedro 3:14; véase también Filipenses 4:5–9; Mateo 6:19–21; Isaías 55:6–7).

Las Escrituras pueden ser una gran fuente de claridad y dirección, aliento y esperanza en estos tiempos difíciles. Pero lo que hace que el mensaje del evangelio sea especialmente buenas nuevas es que la intervención vendrá y finalmente pondrá fin al terrorismo y a todo otro mal que la humanidad enfrenta hoy. Como dijera el profeta Miqueas en Miqueas 4:3, Dios «juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones ponderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra».