Israel cumple 70: Haciendo memoria, para seguir adelante

Setenta años después de la declaración del Estado de Israel y de la guerra que siguiera, la paz con los palestinos y los árabes no parece más cerca. El politólogo Menachem Klein habla sobre los éxitos y fracasos de su nación y el camino por recorrer.

El nacimiento del Estado de Israel fue difícil. Su pasaje a la adultez no ha sido menos consternado y doloroso. Aunque ha logrado protegerse de varios atacantes, sigue sin poder alcanzar la paz con muchos de sus habitantes y la mayoría de sus vecinos. ¿Hay manera de avanzar?

El autor, politólogo y negociador de paz israelí Menachem Klein ha sido durante mucho tiempo un activo proponente de la paz israelí-palestino y en 2000 ejerció como asesor del gobierno israelí. Tres años más tarde, fue signatario del Acuerdo de Ginebra, el cual detalla un convenio general de paz. New Republic designó su libro de no ficción Lives in Common: Arabs and Jews in Jerusalem, Jaffa and Hebron (2014) como uno de los mejores del año. Klein habla sobre Israel a los 70 con el editor de Visión David Hulme.

Menachem Klein es profesor del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad Bar-Ilán de Israel. También ha sido miembro del St. Antony’s College de la Universidad de Oxford; profesor invitado del MIT; académico invitado de la Universidad de Leiden en Holanda; y becario investigador invitado del King’s College London.

DHEl Estado de Israel ha llegado a su septuagésimo aniversario. ¿Ha estado a la altura de las expectativas de sus fundadores?

MKLos fundadores de Israel querían que sobreviviera y se estableciera como un estado poderoso. En ese sentido, Israel sí ha cumplido con lo que se esperaba de él.

Sin embargo, Ben-Gurion solía referirse a Israel como una «luz para las naciones». Según él, Israel tiene una misión moral más allá de su existencia física. Desde esta perspectiva, Israel no está a la altura de las expectativas de Ben Ben-Gurion y sus colegas. No solo se trata de la ocupación del pueblo palestino lo que tiene algunas similitudes desagradables con la segregación racial, sino también de la corrupción y la criminalidad de los relativamente no pocos de sus políticos de alto rango. Tanto su presidente anterior y primer ministro, como sus ministros, miembros del Knéset (parlamento de Israel), alcaldes y concejales de la ciudad han sido condenados y encarcelados. Además, se espera que Netanyahu sea inculpado; al menos, la policía ha recomendado que el fiscal general se encargue de eso.

DHCiertamente es fácil tener la impresión de que la corrupción política es casi endémica en Israel. Si esa percepción es correcta, ¿cómo se explica este fracaso de Israel en cuanto a ser la luz que Ben-Gurion esperaba que fuera?

MKNo se trata de solo una impresión, sino de hechos sobre el terreno legal. Mi explicación para esto es cultural: carecemos de la cultura de lo que «no se pueden hacer» de las cosas, pero una vez hechas y expuestas, también nos falta la cultura en la que los culpables admitan sus errores e inmediatamente dimitan del cargo.

DHExisten, sin duda, otras importantes oportunidades desaprovechadas dentro de los setenta años pasados.

MKSí. Renuencia a hacer las paces con nuestros vecinos palestinos, y a hacer concesiones conducentes a la paz con Egipto antes de la guerra de 1973. Podríamos haber salvado muchas vidas de nuestros compañeros y de nuestros adversarios. Nosotros, lamentablemente, nos enamoramos de los territorios que ocupamos en 1967. Nos convertimos en víctimas de nuestra gran victoria. Además, haríamos mejor en basar nuestra democracia primero en la ciudadanía, en vez de principalmente en la etnicidad judía.

«Los palestinos son nativos como nosotros lo somos, y tienen derechos colectivos y apego colectivo al lugar. Deberíamos reconocer eso».

Menachem Klein

DH ¿Cómo concretaría la experiencia de las dos generaciones de israelíes desde 1948 en «su propia tierra»?

MK Todavía no está claro a quién es ese «propietario». ¿Judíos? ¿Israelíes? Por un lado, nuestra existencia física e identidad como pueblo son innegables. Por el otro, es difícil para nosotros convenir en que el estado pertenece ante todo a sus ciudadanos, no a una nación mundial. Nos cuesta también aceptar que los palestinos son nativos como nosotros lo somos, y tienen derechos colectivos y apego colectivo al lugar. Deberíamos reconocer eso.

DHDado que el presidente Trump reconoció a Jerusalén como capital de Israel y acordó reubicar en ella la embajada estadounidense, esta ciudad ha vuelto a la agenda internacional. ¿Qué podemos esperar de esas decisiones sobre el terreno?

MKEn primer lugar, esto alienta a Israel a endurecer sus posturas políticas y a avanzar en la aplicación de lo que el secretario [John] Kerry llamara «política separada y desigual». En segundo lugar, perjudica el estatus internacional de los Estados Unidos como mediador imparcial.

DHCon respecto a la viabilidad de la solución de dos estados, ¿cuál es su evaluación a la luz de la crisis entre el gobierno estadounidense y la Autoridad Palestina?

MKSi la administración actual estadounidense desea salvar su estatus internacional, debe construir una coalición de agentes de paz, no actuar unilateralmente para imponer sus posiciones. No me refiero a perder el liderazgo internacionalmente, sino a unir fuerzas con los estados de Europa Occidental, basadas en leyes internacionales y resoluciones de las Naciones Unidas.

DH¿Cuál es la importancia del cierre de filas de la Autoridad Palestina con Hamás?

MKLa división interna palestina debilita la Autoridad Palestina y constituye un obstáculo en el camino a la paz. Lo que Fatah y Hamás deberían acordar es en las reglas de su juego político. La comunidad internacional no debería seguir excluyendo a Hamás una vez que acuerde con Fatah sobre un gobierno unido o elecciones generales. Al final de cuentas, la ingeniería política nunca triunfa.

DH¿Qué anticipa con respecto al reciente mejoramiento de las relaciones sauditas con Israel?

MKNo mucho. La cooperación en materia de inteligencia contra Irán aunado con otros símbolos de normalización no puede ir demasiado lejos sin hacer las paces con la Organización de Liberación de Palestina (PLO, por sus siglas en inglés). Es una realidad fundamental de Arabia Saudita —siendo este un país musulmán— considerar cuán lejos pueden los regímenes musulmanes ir contra las creencias de su gente. Mundialmente, los musulmanes no están dispuestos a permitir que Israel rija exclusivamente sobre el Monte del Templo o Haram al-Sharif o legitimar eso.  Los palestinos —la Organización de Liberación de Palestina— son vitales para las relaciones de Israel con el mundo árabe, no al revés. Los árabes no son la clave para resolver el problema palestino.

DHUsted ha escrito sobre una categoría de personas a quienes denomina «judíos árabes». ¿Quiénes fueron o son y cómo su resulta útil identidad?

MKFueron los que vivieron en común con sus vecinos árabes por todo el Oriente Medio desde fines del siglo XIX, cuando el nacionalismo moderno entró en la región. Algunos judíos participaron activamente en los movimientos nacionalistas árabes y las políticas locales. No todos los judíos eran realmente sionistas o excluidos de su sociedad mayoritaria. Con la introducción de otras identidades no judías religiosas, más personas se integraron en sus sociedades. En otras palabras, los judíos árabes de Palestina compartían la identidad local —o sea, la identidad palestina— con sus compatriotas no judíos. El patriotismo local no era exclusivamente árabe ni exclusivamente judío.

Es difícil imaginar la existencia de esta realidad, por eso no debemos borrarla de nuestra memoria colectiva. Es una perspectiva útil, porque si le conferimos un significado nuevo para hoy, puede ayudarnos a reformular una solución. Una identidad contemporánea judeo-árabe implicaría vínculos estrechos entre Israel y los países árabes.

DHAsí que parece que para lograr la paz en Oriente Medio se necesita un enfoque enteramente nuevo. Como negociador de paz, ¿vislumbra algún camino a seguir?

MKPara alcanzar la paz necesitamos encontrar nuevos caminos a partir de donde hoy estamos, e integrar las enmiendas necesarias en nuestro modelo. Yo no veo el modelo de un solo estado menos problemático que el de dos estados; al contrario. Pero tenemos que aprender las lecciones de los pasados veinticinco años de fracasos del proceso de Oslo a los que todas las partes contribuyeron. Es mucho más difícil hoy que antes, pero no imposible. Tenemos que reconocer que el de Oslo no fue un acuerdo de paz, sino un proceso interino, y este no dio resultado. Por lo tanto, no necesitamos más etapas, sino un acuerdo integral que reemplace el régimen semejante al de segregación racial que Israel estableció y así salvar tanto a Israel como a los palestinos.

No podemos vivir con seguridad en nuestra patria mientras los palestinos no vivan con seguridad y plenamente independientes en la suya. Ambos necesitamos sanar de las infecciones de la ocupación pasada y presente y ayudarnos mutuamente a lograr esto.