Un Tipo Lóbrego de Tréveris

Carlos Marx consideró su obra como una inexorable crítica a todo lo que existe y abogó por el derrocamiento de las clases sociales mediante el uso de la fuerza. ¿Qué fue lo que avivó su intenso odio y provocó que satanizara casi todos los aspectos de la sociedad?

Karl Heinrich Marx fue un gran admirador de Charles Darwin. Él creía que había descubierto las leyes «científicas» de la historia de una forma similar a la obra de Darwin acerca del origen de la vida.

Marx le preguntó al famoso naturalista si le podía dedicar la traducción al inglés de su obra de 1867, Das Kapital; sin embargo, no cabe duda de que el desprecio de Marx por la religión era mayor que su admiración. Darwin se rehusó por deferencia a su esposa, quien era una devota creyente en Dios.

Pareciera una paradoja que dos hombres con un impacto similar en la fe religiosa del mundo occidental no lograran ponerse de acuerdo en algo tan simple como una solicitud, pero hay muchas paradojas en la vida de cada uno de ellos en lo que respecta a su profunda influencia posterior.

En la edición de Invierno de 2002 de Visión comenzamos una serie sobre seis ideas que han dominado la educación y el pensamiento de millones de personas desde su introducción a finales del siglo XIX. Primero analizamos la teoría de Darwin sobre la evolución y observamos que sus componentes —la idea de que formas superiores se desarrollan continuamente a partir de formas inferiores como parte de un proceso natural y automático, y la supervivencia del más fuerte o la competencia como el mecanismo de ese proceso evolutivo—han debilitado por más de un siglo las creencias, el pensamiento y la moralidad de muchos.

Otra idea que ha influido profundamente en millones de personas en el mundo moderno es el marxismo, junto con su hijastro, el marxismo-leninismo. Aunque el final del siglo XX fue testigo del sorprendente colapso del comunismo en el bloque soviético, los conceptos de Marx y Lenin continúan teniendo un impacto subyacente. En Medio Oriente, por ejemplo, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, la segunda facción más grande de la OLP, opera sobre una plataforma de nacionalismo árabe combinado con una ideología marxista-leninista.

JUVENTUD EN CONFLICTO

Desde un principio parecía que Marx llevaría una vida salpicada de conflictos. Hijo de padres judíos, nació en 1818 en la ciudad de Tréveris que entonces era parte de Prusia. Su madre era holandesa y su padre, prusiano, ambos descendientes de una larga línea de rabinos. Sin embargo, justo antes del nacimiento de Karl, su padre, Heinrich, se convirtió al cristianismo y se volvió un miembro bautizado de la Iglesia Evangélica Establecida. Se piensa que éste fue un intento por ayudarse en su vida profesional como abogado en una época en que el antisemitismo iba en ascenso y donde el gobierno prusiano prohibía a los judíos ocupar altos cargos en derecho y medicina.

El joven Karl fue bautizado a la edad de seis años y durante sus primeros años defendió la fe cristiana, pero la experiencia de la familia con la discriminación jamás estuvo alejada de la superficie. Aunado al interés de Heinrich Marx en los pensadores sociales de la Ilustración, como Voltaire y Kant, esto pudo haber llevado al joven Marx a interesarse en las ideas sociales radicales y, más tarde, a cuestionar el papel de la religión en la existencia humana.

En 1835 Marx ingresó a la Universidad de Bonn y se encontró en medio de un cuerpo estudiantil políticamente rebelde. En su primer año allí estudió la mitología griega y romana, así como historia del arte. También se batió a duelo, fue arrestado por portar una pistola, pasó un breve tiempo en prisión por estado de ebriedad y participó en diversas actividades estudiantiles en contra del sistema.

Continuó sus estudios en Berlín, cambiando su enfoque al derecho y la filosofía, por lo que entró en contacto con las obras del filósofo Hegel. Como un joven hegeliano, Marx se unió al Club de los Doctores cuyo líder era Bruno Bauer, un profesor universitario de teología. Desde el punto de vista de Bauer, se avecinaba una catástrofe social que tendría un impacto mucho mayor que el advenimiento del cristianismo. Bajo su influencia, los jóvenes hegelianos comenzaron a migrar hacia el ateísmo y a proponer una acción política.

«La religión es el opio del pueblo».

Karl Marx

Al mismo tiempo el antisemita Bauer propugnaba la noción de que los Evangelios cristianos no eran un registro histórico, sino meras fantasías humanas surgidas de necesidades emocionales. Afirmaba que Jesús no había sido una persona de carne y hueso, sino un producto de la imaginación. ¿Habrá sido, en parte, la influencia de Bauer lo que llevó a Marx a sus conocidas declaraciones posteriores acerca de la religión y de su propia herencia judía? Marx escribió: «El hombre crea la religión; la religión no crea al hombre… La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo».

En su comentario acerca de esta máxima de triste fama, un autor moderno, Jack Nelson-Pallmeyer, escribió: «Marx llegó a una conclusión sociológica basada en el papel y el impacto de la religión dentro de sociedades opresoras… Para Marx, la religión era como una droga que desviaba la atención de las causas sociales de la miseria humana; servía a los intereses de las clases superiores y privaba a los oprimidos de una esperanza auténtica» (Jesus Against Christianity: Reclaiming the Missing Jesus [Jesús en contra del Cristianismo: Reivindicando a Jesús, 2001).

Marx concluyó que las mayores manifestaciones de la vida humana, tales como el arte y la religión, eran fantasmagorías en el cerebro del hombre. Señaló que éstas y otras actividades como ésas no eran sino la prueba de la existencia de una lucha de clases entre los que se encuentran en desventaja económica y sus amos. Desde su punto de vista, son inventos para promover el interés económico de los ricos. Así, Marx redujo todo el comportamiento humano de orden superior a nada más que una competencia por la ventaja al estilo darwiniano. Consideraba que la religión jugaba un papel engañoso para inducir el sometimiento de las clases marginadas al sistema capitalista dominante con la promesa de una vida infinitamente superior después de la muerte: sufra ahora, posponga su recompensa y la recibirá en el paraíso.

DESARROLLO ANTISEMITA

En 1841 Marx recibió su doctorado de la Universidad de Jena después de ser alentado por sus amigos para enviar su disertación a una institución conocida por sus normas académicas laxas. Luego escribió para la Gaceta Renana (Rheinische Zeitung de Colonia, cuya publicación fue suspendida en 1843 por las autoridades prusianas debido a sus radicales artículos.

Unos meses más tarde Marx se casó con Jenny von Westphalen luego de un noviazgo de siete años. Su esposa era cuatro años mayor que él y provenía de una eminente familia militar prusiana. La pareja pronto se mudó a París, el centro del pensamiento socialista en Europa, donde Marx se sumergió en el comunismo y en la difícil situación de la clase obrera, y ayudó a establecer una segunda publicación, los Anales Franco-Alemanes (Deutsch-Französische Jahrbücher).

En respuesta a un ensayo escrito por su antiguo maestro, Bauer, quien exigía que los judíos renunciaran al judaísmo, Marx publicó dos ensayos en 1844 («La cuestión judía») en los cuales salió a la luz su propia actitud antisemita.

Marx afirmaba que la naturaleza «antisocial» de los judíos no era, como sostenía Bauer, el resultado de su religión, sino de la economía. Es interesante observar que Marx tuvo problemas de dinero durante la mayor parte de su vida adulta, por lo que los prestamistas no eran sus personas favoritas. Escribió: «El dinero es el dios celoso de Israel, junto al cual no puede existir ningún otro dios. El dinero rebaja a todos los dioses de la humanidad y los convierte en mercancías. El dinero es el valor universal de todas las cosas. Por tanto, ha despojado a todo el mundo, tanto al mundo de los hombres como de la naturaleza, de su valor específico. El dinero es la esencia separada del trabajo del hombre y de su existencia, y esta esencia ajena lo domina, y el hombre la adora. El dios de los judíos ha sido secularizado y se ha convertido en dios del mundo».

A su vez, señaló Marx, el judío había corrompido al cristiano y lo había convencido de que la búsqueda del materialismo era el objetivo de la vida humana. El «dinero-judío» se había convertido en el «elemento antisocial universal presente», escribió. Si el enfoque judío respecto al dinero podía ser cambiado para bien, entonces el judío y su religión, así como el cristianismo corrompido, desaparecerían.

La estancia de Marx en París no duraría mucho. Para este momento ya había comenzado a llamar a un levantamiento del proletariado —la clase marginada. En 1845 él y su esposa se mudaron a Bruselas luego de su expulsión de Francia a través de la intervención del gobierno prusiano. Lo que quizá no sea sorprendente es que ese año Marx renunció a su ciudadanía prusiana.

INGRESO AL COMUNISMO, LA ÚLTIMA ETAPA

Las ideas de Marx acerca del orden social y económico se desarrollaron a tal punto que, a finales de 1847, un grupo de artesanos alemanes en Londres les pidió a él y al hombre que se convirtió en su colaborador y patrocinador financiero por el resto de su vida, Friedrich Engels, que se unieran a su sociedad secreta y elaboraran una declaración de principios. Marx y Engels trabajaron intensamente en el proyecto por alrededor de un mes. El resultado fue el Manifiesto del Partido Comunista, el cual proponía que hasta ese momento toda la historia de la humanidad había sido una serie de luchas de clases y de los desarrollos económicos resultantes. También predecía que el proletariado terminaría por levantarse y abolir para siempre la sociedad de clases. Esto se basaba en la noción hegeliana sobre la dialéctica —que todo se encuentra en un proceso continuo de cambio debido al conflicto entre aspectos contradictorios— y en la noción adicional de que las condiciones materiales son más importantes que el mundo de las ideas.

Los Primeros Cristianos y el Comunismo

Aunque nació siendo judío y luego fue bautizado cristiano, Carlos Marx finalmente adoptó posturas antisemitas y se convenció de que el cristianismo estaba tan corrompido como el judaísmo. Irónicamente, con frecuencia se afirma que los primeros cristianos fueron los primeros comunistas. ¿De dónde surgió esa idea?

Se dice que la prueba se encuentra en el libro de Hechos: «Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno» (Hechos 2:44–45).

Observe, sin embargo, que quienes participaban en ello daban y compartían de manera voluntaria, probablemente para satisfacer una necesidad inmediata y extraordinaria o para cumplir con una creencia de aquella época.

El comentario bíblico en inglés, The Bible Knowledge Commentary, señala que: «La venta de un bien y la posesión común de las ganancias podría implicar que la iglesia primitiva esperaba que el Señor regresara pronto y estableciera su reino. Esto podría explicar por qué se descontinuó esa práctica. El mantener todo en común no era socialismo o comunismo puesto que se trataba de algo voluntario (compare Hechos 4:32, 34–35; 5:4). Además, sus bienes no se distribuían equitativamente, sino que eran dados para satisfacer sus necesidades conforme iban surgiendo».

El Manifiesto del Partido Comunista incluía 10 medidas necesarias, entre las que se encontraban un impuesto progresivo, la abolición del derecho de herencia y la educación gratuita de los niños. Además, otras medidas se volvieron parte de los programas revolucionarios de los Estados comunistas del siglo XX y negaron muchas de las garantías que el mundo ahora da por sentadas. El documento finalizaba diciendo: «Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!».

En los meses siguientes algunas partes de Europa fueron sacudidas por las luchas de la clase trabajadora. En Francia, Italia y Austria las revoluciones iban en ascenso. Marx proponía que los trabajadores unieran fuerzas con la burguesía democrática, o con la clase media capitalista, más que derrocar directamente a todo el sistema, pues creía que la caída definitiva del orden capitalista tomaría años y debía proceder en etapas graduales. Al mismo tiempo, con este enfoque los obreros tendrían tiempo para preparar sus posiciones de liderazgo.

Debido a la volatilidad de los revolucionarios en Europa, Marx y Engels estuvieron de acuerdo en 1848 en cuanto a que su manifiesto comunista debía ser dejado de lado por un tiempo para no alentar un derrocamiento demasiado apresurado del orden económico y social. Independientemente de las razones para echar atrás el derrocamiento instantáneo, es una ironía que durante las negociaciones de Marx con la clase obrera no les tuviera mucho respeto y prefiriera la compañía de los intelectuales.

En 1849 Marx y su esposa se mudaron a Londres, donde vivirían por el resto de su vida juntos. Él pasó los siguientes 34 años en el Museo Británico estudiando minuciosamente los libros en un esfuerzo por escribir su obra monumental sobre el capital. Logró completar sólo un volumen antes de su muerte ocurrida en 1883; los otros dos volúmenes fueron completados por Engels a partir de las notas de su amigo.

UN ERMITAÑO VIOLENTO

Lo que es peculiar acerca de Marx y de su obra es que gran parte de lo que escribió estaba basado en las notas que tomaba de otros libros; rara vez se trataba de su experiencia personal. Aunque su tío fue el fundador de lo que se convirtió en el gigante holandés de la electricidad, Philips, Marx jamás le consultó sobre el trabajo y el capital, ni sobre ninguno de sus otros intereses de investigación. De acuerdo con el autor, Paul Johnson, «por lo que sabemos, Marx nunca en toda su vida puso un pie en un molino, fábrica, mina u otro lugar de trabajo industrial» (Intelectuales, 1988).

Sin embargo, comenta Johnson, a pesar de la pobreza de su experiencia detrás de sus escritos, Marx «ha tenido más impacto en los acontecimientos ocurridos, así como en la mente de hombres y mujeres, que cualquier otro intelectual de la era moderna». La razón es que sus ideas fueron institucionalizadas por dos de los países más grandes del mundo (Rusia y China) y seguidas ciegamente con consecuencias desastrosas por Lenin, Stalin y Mao Zedong.

Un hombre violento concebirá ideas violentas.

La violencia perpetrada por estos hombres y sus regímenes tiene algunos paralelos reveladores en la vida de Karl Marx. Un hombre violento concebirá ideas violentas. Como observamos antes, Bruno Bauer había enseñado que estaba por ocurrir una catástrofe mundial. Desde una edad temprana Marx tuvo la idea de que el Día del Juicio Final estaba a la vuelta de la esquina. Johnson señala que la poesía de Marx incluye expresiones de «violencia… un intenso pesimismo respecto a la condición humana, odio, una fascinación por la corrupción y la violencia, pactos suicidas y pactos con el diablo». Un poema acerca de Marx, con frecuencia atribuido a Engels y al hermano de Bauer, Edgar, lo describe como «Un moreno muchachote de Tréveris, un auténtico monstruo / ... / el recio puño apretado, blandiéndolo sin descanso, / como si diez mil demonios tirasen de su chaqueta».

En la vida personal de Marx la violencia jamás estuvo alejada de la superficie. Era verbalmente abusivo y las discusiones eran frecuentes en su familia. De acuerdo con un relato de la Enciclopedia Británica acerca de Marx, su padre incluso expresó sus miedos de que Jenny von Westphalen estuviera «destinada a convertirse en un sacrificio para el demonio que poseía a su hijo». Jenny había hablado antes sobre el rencor y la irritación que frecuentemente experimentaba al lidiar con su prometido.

Al resumir las animadversiones de Marx, el fallecido historiador británico, Sir Arthur Bryant, escribió: «Entre sus innumerables odios se encontraban la religión cristiana, sus padres, el tío de su esposa —“el sabueso”—, sus parientes alemanes, su propia raza —“Ramsgate está llena de pulgas y judíos”—, los reaccionarios prusianos, los liberales y los utópicos aliados socialistas, la población trabajadora —“Lumpenproletariat” o “riff-raff”—, la democracia —“cretinismo parlamentario”— y la familia real británica —“el imbécil inglés y sus principescos pilluelos”, como él los llamaba. El mismo definió su tarea autoimpuesta como “la inexorable crítica a todo o que existe”».

Al ver en retrospectiva la vida y los escritos de Karl Marx, es difícil borrar el recuerdo más reciente del espectacular fracaso de sus teorías. Millones fueron los asesinados por Stalin y Mao en sus esfuerzos por mantener el implacable control del Estado. Las teorías económicas de Marx no resolvieron las injusticias que vio en el orden social; de hecho, sus teorías fueron catastróficas para la vida de millones de personas y continúan siéndolo en el periodo subsiguiente al colapso del comunismo.

Junto con las ideas del hombre a quien tanto respetaba —Charles Darwin—, la certidumbre dada a las teorías de Marx sobre la economía del hombre ha demostrado ser infundada.